Por: Sandy Báez
El Partido Revolucionario Moderno (PRM) ha logrado consolidarse como la principal fuerza política del país, gracias a una base comprometida, una visión de cambio y un liderazgo enfocado en resultados. Sin embargo, con miras al 2028, el verdadero reto no será solo ganar elecciones, sino mantener la coherencia entre el discurso y la práctica.
Uno de los desafíos más evidentes es el aterrizaje necesario de algunos funcionarios, cuya actitud muchas veces se aleja del sentir del pueblo y de los principios fundacionales del partido. En algunos sectores del gobierno se percibe un ego que desconecta a los representantes del Estado de la realidad social, debilitando el vínculo con las bases y creando una distancia peligrosa con la militancia que llevó al PRM al poder.
La institucionalidad del partido debe estar por encima de diferencias personales o ideológicas. Los cuadros internos deben comprender que la unidad no puede ser solo una consigna de campaña. Se construye en los hechos, en la inclusión, en el respeto y en la coherencia.
Como dice un antiguo proverbio: "Por sus frutos los conoceréis". Si el PRM quiere seguir siendo ejemplo de cambio y esperanza, debe demostrarlo en sus acciones diarias, en su trato con la base y en su apertura a la crítica y al crecimiento.
El éxito hacia el 2028 dependerá no solo de lo que hagamos como gobierno, sino de cómo actuemos como organización política: humilde, cercana y consciente de que el poder solo tiene sentido cuando se pone al servicio de la gente.

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